"Con esto te dejo claro que En la vida solo habrá una mujer Que ame y que cuide por siempre de mi corazón Esa sólo serás tú Por siempre mi amor" Junior H – 1004 kilómetros
No me gustan los corridos tumbados, le dije. Pero tienes que escuchar esta canción, añadí. Y la escuchó. La escuchó nuevamente, pero esta vez llorando, a moco tendido. ¿Y tú por qué escuchas esta música?, me preguntó. Quise explicarle y poner como justificante el alcohol, quizá la marihuana o las noches de insomnio, que los amigos ponían esas canciones en todas las fiestas y que era inevitable aprenderse una que otra letra, pero estaba de más. Las escuchaba porque la extrañaba, en compañía o ausencia de las excusas mencionadas, y esas canciones comenzaron a expresar lo que yo sentía. No me gustaban los corridos tumbados, de verdad que no los soportaba, pero un día me encontré llorando con la misma canción que ella lloró, toda una noche en mi cama sin que algo me pudiera detener. Pero no se lo dije. En cambio, le conté que alguna noche en una fiesta o algo, le presté atención a las letras de Junior H, y me enganché. Hablan de pacas de billetes, trocas y negocios ilícitos, sí, pero detrás de eso hay un corazón roto que se enamora como la primera vez: había que perpetuar ese momento donde, con mis propias palabras, defendía un género que no tenía nada que ver conmigo, ni con mi vida o mis raíces. Y ya sabes, continué diciendo, que yo soy fanático de los artistas que se destrozan a sí mismos para reinventarse en su creatividad, y darnos canciones dignas de acompañar veladas etílicas, o tardes nubilosas de cannabis y THC. No aguanté las ganas de contarle la noche que salimos de fiesta a cualquier bar del centro, y con la cabeza caliente de tanto beber y festejar, conducimos el auto hasta el teibol más conocido de la ciudad. Nunca había estado en uno, pero nuestro camino amenizado por Natanael Cano y una botella de tequila a punto de agotarse se dibujó directo al tan conocido lugar. Nada que destacar de la experiencia, un cuerpo femenino desnudo a mi edad no es la misma sorpresa que a mis precoces trece años. “Yo no soy aquel que te dio rosas, pero te di mi corazón y es más valiosa, la forma en que te trataba y lo superé” saliendo de la voz de cinco gargantas cantando al unísono y con desesperación por las ventanillas del auto después de los pocos minutos que permanecimos en aquel sitio es uno de los momentos que me van a hacer recordar que no, que a mí no me gustaban los corridos tumbados, pero igual los cantaba. Evito, por otro lado y con mucha más vergüenza, contarle que casi todas mis noches, aunque no me gusten, escucho corridos tumbados. Hace mucho no lloraba, evitando a toda costa los síntomas que devienen después de cualquier ruptura en una relación humana. A veces haciéndome el fuerte, otras aprendiendo, creciendo y aceptando día con día el porqué de las cosas. Sufriendo en el más impoluto de los silencios, por cada tropiezo o error, equivocaciones y ofensas que nunca tuvieron justificación ni validez alguna. Deseando, en ese abismo oscuro de la soledad, tener una oportunidad de resarcir cualquier cagada y mostrar que más allá de la condición humana de cometer errores por excelencia, en lo más puro de mi alma, hay un tesoro con todo el amor del universo esperando explotar e iluminar con efervescencia absoluta sobre todo aquel ser que sea capaz de abrirse sentimentalmente a conocer quién soy en realidad. Con los corridos consigo batirme en lágrimas sin ninguna restricción. Abrazado a la almohada, con espasmos de tanto en tanto, la nariz humedecida por el moco y la mandíbula apretada para no sollozar tan fuerte y alguien más pueda escuchar. Yo, que alguna vez lloré al terminar de leer a Faulkner, me pongo en los auriculares “Quiero llorar y no puedo”, para poder hacerlo, y terminar con ello hasta las tres de la madrugada. Debo aclararte que con esto de los corridos tumbados no todo es siempre tan triste, derrotista, agresivo o de alarde. También existe una onda positiva de alegría desenfrenada por la pura dicha de estar vivos para festejar y pasear por tal motivo. Claro que se amerita estar felices, sobreponerse a las adversidades del día a día y mira si yo no voy a saber de eso, siempre tan derrotista y morrito agüitado forever alone. La mente, siempre positiva aunque la vida te esté mentando la madre dos o tres veces por semana, fumando yerba, pasándola bien con los amigos y buscando algo nuevo por hacer. Yo también cuestiono el motivo de fantasear con una distancia exacta y exagerada entre uno y el otro. ¿Por qué imaginar que te encuentras a mil cuatro kilómetros de dónde estoy yo me pone tan nostálgico? Y es esa nostalgia también el motivo de estar escribiendo sobre el hecho de que no me gustaban los corridos tumbados, nunca me gustaron, pero ahora no los dejo de escuchar, ni de pensar en ti al hacerlo.